. sordos ruidos

Sordos ruidos

La experiencia del trauma y del acontecimiento, sus huellas en la memoria y las secuelas en la construcción de la identidad individual y social provocaron un cúmulo de reflexiones que los artistas Adriana Carambia, Micaela Escudero, Cristina Portela, Daniel Romano y Beatriz Ruiz plasmaron en las obras reunidas bajo el título Sordos Ruidos.

Cada una de esas obras es acontecimiento y metáfora, literalidad y extrañamiento, destello de una realidad remota atravesada por lo afectivo e interpelación del presente, que es puesto en jaque.
El arte se despliega en una constelación de imágenes y propone un juego paradojal entre lo inefable y lo evidente, entre lo inenarrable y sus huellas visibles e indelebles.

Proyecto artístico grupal, plataforma de reflexión en la que cada artista, como individuo, explora el tejido social o familiar cual si fuera territorio o planeta a descubrir, estos SORDOS RUIDOS entran por los ojos, son viaje y relato de ese viaje.

Adriana Carambia, navegando entre la revelación y el ocultamiento, entre la ausencia y la presencia, entre el olvido y la memoria, entre el fragmento y el todo, nos ofrece un registro de actos que dicen y al mismo tiempo callan, una sucesión de intentos de reconstruir (con las ruinas de la memoria) un origen para siempre perdido.

Micaela Escudero se interna en ese recuerdo que hiere, que deja huella, contempla la posibilidad de una catarsis de lo acontecido en un pasado individual que puede ser también social, materializando un temblor inquietante y siniestro, forma y contenido de un recuerdo cuyo dolor se manifiesta para poder anularse, acto de memoria que lastima y cicatriza.

Cristina Portela releva metafóricamente actos cotidianos de violencia y extrañamiento, formas posibles de la construcción de una identidad que pugna por alcanzar una definición, una identidad cuyas partículas elementales también se esconden, se conservan, laten, resisten sepultadas bajo las estridencias sonoras, visuales y sociales que nos rodean.

Daniel Romano viaja hacia la fuente de eso que llamamos identidad individual, memoria personal y descubre el modo en que se origina y se transforma en contacto con otras individualidades, nos revela la labilidad de toda identidad, la manera en que cada individuo es único y, a la vez, está fundido con otros seres, en huida continua, en fuga hacia otros y otras.

Beatriz Ruiz da cuenta de su travesía en bitácoras que son, a un mismo tiempo, arte y mutación alquímica, registro y cicatriz, ocultamiento y manifestación, agresión y triunfo de lo vital, violencia sobre lo frágil que pone de manifiesto la poderosa perseverancia de la vida, memoria del dolor que es, también, nacimiento de una belleza nueva.
He aquí la comarca y su atlas.

PauIa Landoni