. días al venir


El papel, superficie de inscripción, es donde dibujo gestos, ideas, pensamientos.
Los dibujos se convierten así en escrituras.
Anotaciones que alojan paisajes, relato, naturaleza.
Cargan con historia, con recuerdos afectivos atesorados.
Luego los intervengo con formas de color.
En tanto cuerpos trasparentan aquello que ocultan y ocultan lo que intentan nombrar. 
Entre la revelación y el ocultamiento.
Entre el olvido y la memoria.

Dibujar tiene que ver con devenir, con hacerse, precisamente porque no podemos ser: 
un niño, un loco, un pájaro, un animal, una montaña. Y con un poco de suerte podemos hacernos el aire que envuelve la montaña o el águila que la sobrevuelan en círculos. John Berger.

. “cada palabra que digo contribuye a la mentira del arte”

Vivimos tiempos interesantes. Tan interesantes como lo han sido siempre. Tal vez, eso nos tiene absortxs. Es probable que la estructura develada nos tenga perplejxs. Puede que haya sido ese instante de transparencia el que nos viene acercando a la pregunta por el sentido de lo que hacemos, o hacíamos. Pero, un momento: ¿Esa transparencia continúa ahí, o finalmente hemos logrado taparla? Al sentido pleno, al fin de la metáfora, a la literalidad absoluta, le corresponde el absurdo.
Tal vez, porque puede que sea la única manera de poder nombrar el tiempo que vivimos.

Cuando la vidriera se obtura, el significante se activa en la calle. Sin mediación alguna, el texto entra en relación directa con el devenir de la cuadra. El depósito lindante, la vecina que pasa por la vereda, los sonidos, la variación de las luces, la convivencia, el tejido social. La cultura intervenida por un elemento aparentemente disfuncional. Una frase, un pedido. ¿Qué es eso: un cartel, una obra-de-arte? ¿Qué hace eso ahí? ¿A quién le habla esa voz?

Es oportuno pensar la negación del espacio exhibitivo como invasión del campo del arte sobre la cultura. Cuando el ámbito de exhibición se anula -como en este caso- se tensiona el límite del sistema de arte y sus elementos entran en disputa en el espacio público. Pareciera derramarse el código y sus sentidos. En esa relación especular es recomendable observar quién gana la cinchada. ¿Quién tira más fuerte: la cultura, nuestros hábitos ó el arte y sus capas de sentido? Un efecto similar ocurre en las redes sociales cuando -en el interminable scrolling diario- nos llega el fragmento de un diálogo. ¿De quién hablan? ¿Por qué me encuentro con este pedazo de intimidad al descubierto? El juego está en sostener la tensión entre los bordes de lo real y la ficción.

El gesto en cuestión -resultante de una condición contingente e incorporado al proyecto- es parte de un conjunto de prácticas y objetos que las artistas exploran desde la elección de trabajar juntas. El absurdo y el extrañamiento se convierten en ideas a examinar. La instalación, el objeto y el paisaje imposible constituyen el marco previo, devenido en pasos siguientes para desarrollar una pregunta que nació sin pandemia pero que se vio atravesada por ella. ¿Cómo lidiar con el absurdo cuando lo racional es un recuerdo?

Desplazar la coyuntura pandémica nos permite concentrarnos en nuestro objeto de interés. Silenciar el ruido es una manera de volver a pensar y recordar que el tiempo sigue corriendo independiente a nuestra preocupación. A su vez, el arte se puede constituir como herramienta para pensar de forma oblicua acerca de aquello que acontece. Otra vez el espejo, otra vez, de un lado y del otro.

Y nosotrxs, acá… afuera.

Federico de la Puente
Lic. en Curaduría e Historia de las Artes

1 Young, La Monte. Composition 1961 N° 25.
2 Si bien ha sido desarrollado en un contexto de restricción de libertades como la dictadura de Juan Carlos Onganía -radicalmente opuesto al tiempo democrático que vivimos actualmente- podemos aquí mencionar el caso del Ciclo de Arte Experimental en Rosario (Santa Fe, 1968) y el trabajo sostenido del Grupo de Arte de Vanguardia tensando los límites del espacio de exhibición planteado en un local comercial. https://vadb.org/events/ciclo-arte-experimental

. statement

Mi práctica como psicoanalista ha dejado una fuerte impronta en mi mirada artística. La escucha clínica, el contacto con el sujeto y sus marcas me invocan a explorar la fragilidad como lenguaje y como representación.
La construcción de mi obra nace del deseo de profundizar en las nociones de fragmentación, del cuerpo, la memoria y su inscripción en el mundo que habitamos. Trabajo con materiales como papel, tela y vidrio, cuya fragilidad evoca esa vulnerabilidad primaria, humana.
El dibujo funciona como un punto de partida, una escritura germinal desde donde emergen formas posibles de narración. Me interesa cómo se traman poéticamente las capas de la historia y del recuerdo; cómo el pasado se estructura bajo velos, como una textura imaginativa que pide ser leída.
Si el arte es pensamiento, entonces también es palabra. La obra, en ese sentido, se vuelve tentativa de escritura: un cuerpo que restituye memoria, que encarna el recuerdo y le da materia a la palabra.

Adriana Carambia

My practice as a psychoanalyst has left a strong imprint on my artistic vision. Clinical listening, the encounter with the subject and their marks, invoke in me an exploration of fragility—as both language and representation.
The construction of my work emerges from a desire to delve into notions of fragmentation, the body, memory, and their inscription in the world we inhabit. I work with materials such as paper, fabric, and glass, whose fragility evokes a primary, human vulnerability.
Drawing serves as a point of departure—a germinal form of writing from which possible modes of narration emerge. I am drawn to the poetic mechanisms through which history and memory are woven; to how the past is structured beneath veils, like an imaginative texture that longs to be read.
If art is thought, it is also word. In that sense, the artwork becomes an attempt at writing—a body that restores memory, that embodies remembrance and gives substance to the word.

Adriana Carambia