Lo íntimo juega en el patio vecino
“La obra de Adriana Carambia propone revisar las reglas de juego alterando el producto de la experiencia lúdica. Para eso, inventa las coordenadas de una intimidad singular, que jugará en un campito siempre ajeno, aledaño, vecino.
Lo íntimo se declina aquí, extrañamente… un íntimo cuantitativo -cristalización forjada de una repetición de soledades blancas y varias fantasmagorías azulinas, verdosas, moradas -verá florecer su contradicción obscena en una invitación a jugar en el patio vecino, reino este, casi exclusivo de la perimida infancia.
No obstante, nada hay en la soledad de los números primos, en el campito urbano o en la erótica de jardín que remita, con la distancia de los tiempos infantiles, a la blandura tierna de la niñez perdida; nada, en las acuarelas demasiado pobladas, demasiado solitarias o demasiado atentas a sí mismas, que pueda prometer la suspensión abstracta en un juego total.
Contado, por un lado, en emblemas erguidos en contra de su voluntad, amontonados regularmente en su terreno artificioso de las esculturas, pintado, por otro, en frontera firme o acuosa, de la pintura y de la fotografía, lo íntimo de estas obras juega a enviar mensajes reflejos, a pronunciar a los cuatro vientos la caducidad de toda regla que pretenda ser la dueña de los confines, a postular -sin otro reparo que la individualidad obtenida gracias a su forma -que sólo es posible jugar, propiamente, del otro lado del tapial.»
extracto de Soledad Níboli
docente universitaria/investigadora en el área de humanidades
Curador : Sergio Bazán
Intimacy plays in the next-door courtyard
«The work of Adriana Carambia proposes the revision of the rules of the game, altering the product of the playful experience. For that purpose, she invents the coordinates of a singular intimacy, that will always play in a strange, adjoining, next-door land.
Here, intimacy draws to an end, oddly… a quantitative intimacy, a forged crystallization of a repetition of white loneliness and diverse bluish, greenish, purple phantasmagoria, will see its obscene contradiction bloom in an invitation to play in the next-door courtyard, almost an exclusive kingdom of the extinct childhood.
Nevertheless, there is nothing in the loneliness of primal numbers, the urban field or the erotic garden that refers, with the distance of childhood times, to the tender softness of the lost childhood; there is nothing in the overcrowded watercolors, so lonely and so aware of themselves, that can promise the abstract suspension in an integral game.
With upright emblems against their will, regularly accumulated in their artful field of sculptures, and painted in a rigid or aqueous line between painting and photography, the intimacy of these pieces plays to send reflective messages, to announce to the world the expiration of every rule that pretends to regulate limits, and to postulate, with no other objection that the individuality obtained thanks to its shape, that to play, strictly speaking, is only possible on the other side of the wall.»
fragment by Soledad Níboli
university professor/researcher in the humanities field
Curator: Sergio Bazán